Des de 1980/81 treballant per la Cultura en general, la Valenciana i especialment la de Paterna.



lunes, 26 de febrero de 2024

Excursión Algemesí-Anna 24-2-24

 Os dejamos aquí las fotos de la última excursión organizada por nuestra entidad y el texto que nos envía nuestro socio Félix Garrido, al que agradecemos su interesante crónica. 

Para ver mas fotos pinchar AQUÍ

EXCURSIÓN A ALGEMESÍ Y ANNA.

Algemesí y Anna fueron las dos localidades valencianas seleccionadas por el Ateneo para realizar la excursión del mes de febrero.  Una  propuesta muy bien acogida por atenienses y simpatizantes, al ser localidades de la Ribera Alta con historia y  cultura merecedoras de ser conocidas. Fue también una bonita excusa para propiciar el encuentro entre amigos   que deseaban compartir nostalgias y abrazos. El día nos recibió con ráfagas de viento fresco que respondía al dicho popular de “febrerillo el loco” Un mes con sabor a Cuaresma y Candelaria, al que Shakespeare criticó porque: deja el rostro lleno de escarcha, tormentas y nubosidad”.  

Partimos a la hora prevista y tras la bienvenida, Matéu, nuestro guía “en plantilla” fue exponiendo los rasgos característicos de la historia de Algemesí. Comentó que esta Villa alberga importantes áreas naturales como la Laguna del Samaruc, enclavada en el Parque Natural de la Albufera, y la Chopera. En 1608, se le concede a Algemesí el título de “Villa Real” y obtiene el privilegio real de cogobernar con Alcira la Acequia Real del Júcar. El 12 de noviembre, el rey le concede la celebración de feria anual durante veinte días.

Aunque no hay certeza de su origen, parece que fue de  procedencia islámica pero  poblado con “cristianos nuevos” tras su conquista por el rey Jaime I. La abundancia de agua propició los cultivos  de la morera (unas 16.000 fanegas) y otras  (14.000 de arroz) en el termino  del Parque Natural de la Albufera. La seda producida por la explotación de los gusanos hizo nacer el gremio de sastres que atrajo a terratenientes de toda España que aprovecharon la devaluación de la moneda.

A finales del siglo XVIII la industria de la seda vive sus últimos años debido a  la enfermedad que afectó a los árboles y también las defunciones  de sus profesionales  por las epidemias de cólera de 1834 y 1885. Sobre la base de la trilogía, arroz, huerta y cítricos, se produce entre 1889 y 1916 el primer impulso mercantil e industrializador del municipio. La expansión del regadío, las ventas de lo desamortizado, la introducción del guano (1852), la mejora de las comunicaciones por carretera (1844) y la construcción del ferrocarril (1853) supusieron nuevas posibilidades de crecimiento. La guerra civil española lo interrumpió y la posguerra dejó aislada la ciudad que sobrevivió gracias a al arroz único producto de subsistencia.

El autobús nos dejó en las cercanías de la calle de la Montaña, con cafeterías suficientes para poder degustar un buen “esmorzaret” y recorrer, a pesar del tiempo desagradable, los puestos del “mercadillo de los sábados”.  Tras saborear un buen “Cremaet” nos dirigimos a la Basílica Menor de sant Jaume Apóstol, catalogada en el año 1980 como “Bien de Interés Cultural”.  El templo es de planta rectangular de una sola nave con capillas laterales comunicadas.  Son de estilo barroco en un principio   y neoclásicas en la reforma del siglo  XVIII. Lo más destacable de la basílica es el retablo de Francisco Ribalta, pintado al oleo sobre dos tablas que registran escenas de «los desposorios de la Virgen» «Jesús ante los doctores» «la huida a Egipto» y «la muerte de San José”.

A poca distancia de la basílica se encuentra el “Museu Valencià de la Festa” considerado por el Consejo Internacional de los Museos (ICOM) de la UNESCO como “patrimonio museístico” por ser el único museo de la Comunidad Valenciana que ha “sabido guardar, enriquecer y transmitir la lengua, las tradiciones orales, las fiestas, la danza, el teatro y la música”

Anualmente y sin interrupción a lo largo de los siglos (solo el año de la pandemia dejó de realizarse) celebra el 7 y 8 de septiembre, «La Festa de la Mare de Déu de la Salut», patrona de la ciudad, declarada en 2002 por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. Es una manifestación cívico-religiosa considerada  una auténtica joya del Medievo que reúne danza, indumentaria, música, escenificaciones y expresiones orales. Entremezcla tradiciones de culturas judía, musulmana, cristiana e incluso romana. Nos contó el guía que el célebre CASTEL catalán, procede de “la MUIXERANGA” de Algemesí, o «Baile de los Valencianos», que ya en el siglo X realizaban “castillos humanos con más de 400 muixeranguers“. El primer castell documentado, “castell de sis sostres, acompanyat de la dolçaina data del año 1770”

 En la procesión, junto a la Muixeranga, destacan también por su espectacularidad “els Tornejants” una danza medieval de carácter reverencial. Los “Misterios y Martirios”, cortos trozos teatrales de origen medieval que abren la parte profana del desfile procesional. Le siguen las danzas de Bastonets, Carxofa, Arquets, Pastoretes i Llauradores, que dan paso a la parte religiosa en la que destaca la representación bíblica y la presencia de “los Volants” caballeros  portadores de las andas de la Mare de Déu.

Dejamos Algemesí para almorzar en Anna, un municipio que nos sorprendió gratamente por los parajes espectaculares nacidos del discurrir del agua y por sus escondidos monumentos. En 1244, Jaime I donó la villa a la Orden de Santiago en recompensa a la ayuda prestada en el cerco de Biar. Es  uno de los pueblos más prósperos de la Canal de Navarrés, gracias al desarrollo industrial. El sector turístico se ha promocionado acertadamente siendo el  lago de La Albufera de Anna, de origen natural, su  principal atractivo.

Almorzamos en el restaurante que lleva su nombre y desde sus amplios y soleados ventanales pudimos contemplar la  belleza del lago, la arboleda de su entorno, las cascadas del agua y el encanto del graznar de los  patos y gansos que reclaman a los turistas  el pan de cada día.  

 Disfrutamos de un menú “popular” destacando en especial sus entrantes. La rebanada de pan tostado a la brasa con “"all i oli", ajo y tomate, patatas bravas, y una completa ensalada valenciana. Los paltos principales los pudimos elegir con antelación al viaje, pero ni el gazpacho era el “manchego” ni la paella alcanzó el nivel de exigencia de algunos   comensales.

Tras el postre y el café nos dirigimos al Palacio-Museo de los Condes de Cervellón. Fue otra de las  grandes sorpresas que esconden los  21,40 km del municipio. El edificio nos sumerge en la rica decoración musulmana del patio y salas Árabes, es por esto   que se identifique al Palacio como la pequeña “Alhambra de Anna” A la belleza del Palacio se unió el entusiasmo que puso Teresa, la guía, en explicar cada uno de los detalles que encierra. Nos dijo que toma ese nombre por haber sido palacio condal de esta familia. En 1890, los condes de Cervellón vendieron sus propiedades a Ricardo Trénor Bucelli, cuyos descendientes, en 1980, negociaron la venta al Ayuntamiento.

 Fue construido y decorado, en el siglo XII por artesanos musulmanes asentados en este municipio y las reformas de mosaicos cerámicos, artesonados y yeserías, fueron remodelados a finales del siglo XX y XXI. Se construyeron  pieza a pieza en los talleres de artesanos árabes  e instalados por ellos  en el actual Palacio.

Aunque las estancias árabes del Palacio son las que despertaron mayor interés, también conserva áreas con temas propios de los años de la dominación cristiana. La “Sala Borja” recoge  los acontecimientos históricos de los siglos XV y XVI y la “Sala Cervellón” de estilo  barroco, nos sitúa en los siglos XVII y XVIII. También se expone un museo con herramientas y útiles, fruto de donaciones voluntarias que va desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX.

El entusiasmo creado por la belleza descubierta se fue desvaneciendo al salir de sus instalaciones, porque la persistencia del viento y el frío daba la razón al refrán: “si más días tuviera febrero, no quedaría ni gato ni perro”

La calefacción del autobús y la música de fondo de unos románticos boleros, hizo que recuperásemos el calor, la paz y el aliento que nos había robado las inclemencias de un “febrerillo loco”. Que la espera no se haga larga para conocer el destino del  próximo encuentro.

Félix Garrido Gil.