Des de 1980/81 treballant per la Cultura en general, la Valenciana i especialment la de Paterna.



sábado, 29 de abril de 2017

Crónica de la Excursión de Primavera, por Félix Garrido.

EXCURSIÓN DE PRIMAVERA ABRIL DE 2017

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El viernes día 21 de abril a las tres y media de la tarde, treinta y ocho ateneístas nos citamos en el Cohetódromo, para disfrutar de la excursión de primavera que había programado nuestro Ateneo. Maletas cargadas de ilusión, y como dijo Aurelio “de deseos de compartir cultura y sentimientos de amistad y cercanía”. Las mismas emociones que nos trasmitió nuestra amiga Paqui Periche, que como Concejala de Tradicions, Cultura i Fòc y seguidora de las actividades del Ateneo, quiso despedirnos y desearnos un feliz viaje. Gracias Paqui.

La puntualidad ha sido el denominador común a lo largo del viaje, consiguiendo que se pudieran realizar todos los compromisos adquiridos y así a la hora prevista llegamos al hotel Papa Luna de Peñiscola, que hizo realidad su afamada leyenda acogiéndonos con los detalles de un esmerado “cuatro estrellas”. Tras unos minutos de reposo nos citamos en el hall del hotel, con Adolfo, un joven y culto historiador-guía, que en pocas horas y sobre el terreno, nos dio una lección magistral de los orígenes de esta “noble ciudad”.

Nos introdujo en el túnel del tiempo y “vimos” a través de planos y fotografías, cómo una península rocosa de origen íbero del siglo VI a. C, al paso de los tiempos, pueblos y culturas, de ir robando terreno al mar, de combatir cismas y de obedecer a “papas singulares”, de padecer los estragos de una Guerra Civil, fuera hoy una ciudad mundialmente famosa. Es verdad que lo han conseguido gracias a las historias que ocurrieron teniendo al castillo como protagonista y de las gestas que se dieron dentro de sus murallas renacentistas, pero también, como nos dijo Adolfo, porque un genio del celuloide, Luis G. Berlanga, con la película “Calabuch” abrió al turismo mundial una Peñiscola seductora, atrayente y fascinante.

Absortos en los comentarios del magnífico guía-historiador, nos percatamos que las cuestas y escalones hasta llegar al castillo habían puesto a prueba nuestras reservas. Para reponerlas nos esperaba el exquisito, variado y abundante autoservicio del hotel a quien culpamos de que nuestra “corpulencia” haya aumentado, a pesar de calmar la conciencia con los bailes nocturnos y las infusiones con sacarina.  

El sábado lo dedicamos a visitar Morella, localidad declarada “Conjunto Histórico-Artístico” y para tomar nota de los pormenores de la famosa “Capital castellonense de los Puertos de Morella”, nuestro querido amigo Ángel Alcañiz nos obsequió con un cuaderno y un bolígrafo digno de la categoría de su empresa. Gracias Ángel.

Ana, la joven y documentada guía, nos presentó una vista panorámica de la ciudad desde el autobús, para más tarde detenernos para visitar los pormenores del majestuoso castillo de la Mola que preside la ciudad. Desde sus almenas pudimos contemplar las majestuosas murallas que la circundan y del abundante patrimonio arquitectónico que sobresale en la ciudad. Sin duda, la construcción que más llama la atención es su castillo, de 14 torres y 6 puertas, un verdadero icono para la población y testigo mudo de importantes acontecimientos históricos, como la entrada del rey Jaume I durante la Reconquista o las batallas libradas por El Cid antes de tomar Valencia.

Son de resaltar entre sus monumentos, la Iglesia Arciprestal de Santa María la Mayor, de estilo gótico, y la de San Nicolás, actualmente convertida en sala de exposiciones. Ana nos invitó a visitar la ciudad en el próximo septiembre porque se cumple el “Sexenio de La Mare de Deu de Vallivana”. Una imagen, según la tradición, traída desde Tierra Santa por el apóstol San Jaime en su viaje hacia Valencia y proclamada en 1952 patrona canónica de la ciudad de Morella.

La pesadez de los pies y algunos ruidos indiscretos avisaban que la cultura gastronómica no está reñida con la cultural y así lo pensó la directiva del Ateneo concertando una comida “extraordinaria” en el restaurante el “Faixero” (artesano vendedor de fajas nos aclaró Aurelio) en Cinctorres, a pocos kilómetros de Morella. Migas de codorniz, tablas de quesos, embutidos y croquetas morellanas, fueron los “entrantes”. “Olla morellana” como primero y caldereta de ternera con setas y salsa de almendra como segundo, regados por vinos de la terreta, que nos “facilitaron” llegar a una “cuajada morellana” como postre. Foto del grupo para la historia gráfica del Ateneo y tras la cena y el baile cerramos una completa jornada.

El domingo nos desplazamos al Delta del Ebro para embarcar en uno de sus muelles y realizar un crucero sobre la desembocadura del rio. Sus playas kilométricas, sus arrozales extendiéndose hacia el infinito, su entramado de caminos y -cómo no- el majestuoso Ebro, forman un paisaje realmente seductor. Este día como los anteriores fueron soleados y la travesía apetecía disfrutarla desde la plataforma del barco para, además de tomar el sol, poder observar la flora y fauna que el guía nos indicaba. El desvío de la carretera nacional del término municipal nos recordó las impactantes imágenes del incendio del camping de Los Alfaques en el verano del 78. Terminado el recorrido fluvial pasamos a degustar unas raciones de mejillones que según los expertos era la época ideal para saborearlos. El autobús nos trasladó al restaurante Casa Ramón en Sant Carles de la Rápita, que ya conocíamos de otros viajes y que es famoso por el “gran menú degustación marinero”. Caracolas, sepia, langostinos, navajas, y frituras variadas componen los aperitivos que con la degustación de varias clases de arroces integraban el menú. Se cerró la velada brindando con cava, al tiempo que una buena música nos invitaba al  baile  para agilizar cuerpos y alegrar  almas.

El lunes amaneció con sabor a despedidas, maletas, encuestas y con la preocupación de felicitar a los “Vicentes y a las Ticas”.  Jesús, un conductor callado y prudente después de embarcar el equipaje, puso rumbo a Tortosa, que según las explicaciones de Adelino, un guía instruido y con palabra fácil, es una ciudad de origen ibero pero su gran esplendor lo adquiere al ser conquistada a los moros por el conde Ramón Berenguer IV en el año 1148. Quedó destruida prácticamente en la batalla del Ebro por los bombardeos franquistas y su reconstrucción se está haciendo larga y difícil. Gracias a las pinturas rupestres del arte levantino (Patrimonio de la Humanidad) del Perelló o Ulldecona, el poblado ibérico del Castellet de Banyoles, y el ser declarada en 2013 como “reserva de la biosfera por la UNESCO” parecen ser motivos para que el turismo sea la principal fuente de ingresos.

Fue una grata sorpresa encontrarnos abierta la catedral de Santa María, iniciada en el año 1347 por el obispo Arnau de Llordat y más tarde ampliada.  De todas sus capillas destaca la dedicada a la Virgen de la Cinta, el mejor ejemplo de arquitectura barroca de Cataluña, y la capilla de la "Mare de Deu del Roser". Conserva, desde 1944, los originales de la lápida trilingüe (la más famosa de toda la epigrafía judeo-española así como inscripciones romanas y antiguos capiteles, situados en el subterráneo del refectorio. Saliendo de la Catedral encontramos el Palacio Episcopal, un edificio construido entre los siglos XIII y XIV, y remodelado en el siglo XVIII. En 1931 fue declarado Monumento Histórico Artístico de interés nacional. Adelino tuvo mucho interés en presentarnos la colosal escultura, levantada en medio del rio, que rememora "a los combatientes que hallaron la gloria" en la batalla del Ebro. En el 2.007 se solicitó retirar el monumento en base a la Ley de la Memoria Histórica de 2.007, pero el Ayuntamiento y la Diputación de Tarragona declararon que, una vez retirados los símbolos y dedicatorias más franquistas, el monumento puede ser considerado como un homenaje a los muertos de los dos bandos y fue incluido en el Catálogo del Patrimonio Cultural Catalán.

Volvimos a Peñiscola para comer pensando que el servicio de restauración del Papa Luna cumplía con creces las exigencias de un buen menú, al tiempo que disponíamos de sus instalaciones para una relajada sobremesa hasta la hora de la salida. Rumbo a Paterna, Aurelio nos invitó a participar en las variadas actividades propuestas por el Ateneo en la XXIII Mostra de Teatre así como definirnos en la encuesta presentada para poder programar excursiones de un día en los fines de semana.

Con palabras de agradecimiento por la conducta mostrada a lo largo del viaje y por haber sabido “compartir sentimientos unánimes de cultura, de amistad y cercanía”, Aurelio, en nombre de la Junta Directiva del Ateneo Cultural de Paterna, felicitó a los treinta y ocho ateneístas, sintiéndose orgullosos de poderles representar.

Félix Garrido Gil.