Des de 1980/81 treballant per la Cultura en general, la Valenciana i especialment la de Paterna.



viernes, 27 de junio de 2025

Excursió a Culla i el Parc Miner del Maestrat (maig25)

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VISITA CULTURAL A CULLA Y AL "PARC MINER DEL MAESTRAT"

Después de los abrazos de bienvenida y de saber que las ausencias son debidas a motivos ocasionales, nos dispusimos a disfrutar de la visita cultural a Culla y al Parc Miner del Maestrat que la directiva del Ateneo nos había programado para el mes de mayo. Un mes de mayo limpio y radiante, el que se canta en el “Romance del Prisionero”:

Que por mayo era, por mayo, cuando están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados, van a servir al amor.”  

A los enamorados por la amistad y la cultura, nos citaron a las 8,30 junto al Ayuntamiento en una bonita mañana de las que se añoran cuando te ausentas de tu cuna,  cuando dejas de oler a huerta y de oír las campanadas del reloj del Calvari. El atractivo de estas visitas radica en disfrutar del encuentro entre amigos unidos por ideales comunes, el deseo de conocer los secretos que esconden la historia los pueblos de la Comunidad, compartir mesa, romper la monotonía y evitar la soledad.

Canciones de Nino Bravo y de Mocedades nos sirvieron para tener unos momentos de sosiego y responder a los insistentes correos familiares. En la panorámica que nos mostraba el itinerario pudimos comprobar que aún quedan “cañas y barro” almacenadas en los barrancos que nos recuerdan los efectos mortales que en almas y cuerpos nos dejó la DANA. Hicimos un alto en el camino, cerca de Cabanes, para almorzar en un restaurante de carretera, que además de ofrecer gran variedad de bocadillos, sirvió para saborear su exquisitocremaet” hecho con un licor “secreto” y un proceso de flameado “diferente” que no quisieron revelar.

Durante los 35 kilómetros que nos separaban de Culla, Mateo nos informaba que circulábamos  por la Vía Augusta,  la calzada romana de 1500 km que discurren desde los Pirineos hasta Cádiz, y que fue construida entre los años 8 y 2 a. C. Actualmente las carreteras N-IV N-420, N-340 y la autopista del Mediterráneo (A-7, AP-7, A-70) siguen en muchos tramos el mismo itinerario que la Vía Augusta.  

Nos dirigimos al Parc Miner del Maestrat a 8 km. de Culla, y a 800 metros de altitud donde se pueden contemplar unas magníficas panorámicas del Alto Maestrazgo. En la visita recorrimos dos antiguas minas de hierro, la Victoria, y la Esperanza conectadas entre sí por el exterior a través de un tren minero que las une. Forman parte de un patrimonio histórico y una lección de laboriosidad de aquellos héroes-mineros. Caminamos por su interior por auténticas galerías dotadas de audiovisuales y herramientas de la época, que mostraban los grandes riesgos que, por la precariedad de medios, tuvieron que sufrir aquellos mineros, sin vocación pero con hambre.

Nos contaba el guía que para comprobar que en la mina no había gas grisú, (un gas inodoro, incoloro y combustible) se servían de jaulas con canarios que con su canto o su muerte alertaban de la presencia del gas. También utilizaban unas lámparas de “seguridad” que se apagaban o se encendían con la presencia del gas. 

Dentro de las curiosidades nos dijo el guía que el salario diario era de 3 pesetas para el agricultor y 10 para el minero. Para trasformar las minas en atractivo turístico se han invertido casi 1 millón de euros, desde el inicio de su rehabilitación en 2003 hasta su inauguración en agosto de 2011.

Fuimos a comer a Culla, en el restaurante Bar del Poble, conocido por su cocina casera, la “de la olla en el fuego desde el alba hasta el Ángelus”. En el menú figuraba, a elegir, el plato de la casa, la “OLLETA” (garbanzos, cardos, oreja, manita y morro) o revuelto de setas con jamón. Como segundos nos ofrecían TOMBET de cordero, bacalao al Ali-Oli o solomillo con cebolla caramelizada. Postre para gustos y achaques: profiteroles, moka, comtesa y melón. Café o infusiones. No piensen que este “escribidor” sabe de gastronomía, sino que la dueña del bar tuvo la amabilidad de escribir el menú en una tarjeta de la casa. Muchas gracias en nombre del Ateneo y si tenéis ocasión merece la pena repetir.


El calor reinante, estar disfrutando de una agradable sobremesa, degustando un segundo café, contrastaba con la amenaza de las empinadas calles de Culla, que no invitaban a conocer “uno de los pueblos más bonitos de España”. Solamente la curiosidad de descubrir el motivo de ese título y el respeto hacia el ofrecimiento de la amable guía, hicieron que nos ilusionáramos con la propuesta. 

Nos fue informando, que Culla es un municipio de 493 habitantes ubicado en una colina, y que está dividido en dos partes: en la parte alta predominan las fachadas de piedra y en la parte baja son las paredes encaladas las que nos recuerdan su cercanía del Mediterráneo. Sus fiestas se celebran la semana del 15, 16 y 17 de agosto, en honor al patrón del pueblo El Salvador, a la Virgen de la Asunción y a Sant Roc. Remonta sus orígenes a épocas prehistóricas por los restos del poblado íbero del Castellar y los yacimientos arqueológicos encontrados alrededor de la Fuente de la Carrasca y por las pinturas rupestres del Barranco de Santa María y Covacha.  


Hasta la Edad Media no se tienen datos históricos sobre el municipio, solo se conoce que fue dominio musulmán hasta principios del siglo XIII, y que pasó a manos cristianas a raíz de su reconquista por Blasco de Alagón en 1233. Por sentencia de Jaime I en 1303, vendió Culla y todos sus dominios, a la Orden del Temple por un precio de “500.000 sueldos jaqueses” moneda derivada de la libra jaquesa (Jaca), usada en la Corona de Aragón.

El papa Clemente V disolvió el Temple, y desde 1317 sus posesiones de la Corona de Aragón pasaron a depender de la Orden de Santa María de Montesa, fundada precisamente para recoger esta herencia que conservó el Castillo y Señorío de Culla hasta el siglo XIX.

El castillo y muralla de Culla, es un conjunto fortificado formado por los restos del castillo y del recinto amurallado de la localidad. Por sus callejuelas estrechas llegamos hasta la Iglesia Parroquial de San Salvador, cuyo interior esconde imaginería de estilo gótico, de gran valor artístico. Fue construida en el siglo XVIII y edificada sobre los restos de otra iglesia de anterior factura, iniciándose las obras a principios de ese siglo y llevándose su consagración en el año 1712.

En su interior destaca el retablo de San Roque, se trata de un tríptico en pintura del siglo XVI. La escena central plasma a la Sagrada Familia junto a San Juan y a un ángel. Las puertas que son abatibles, tienen en su interior figuras de San Vicente Ferrer y de San Francisco. También pudimos contemplar una escultura gótica del siglo XV, de El Salvador, patrón de la localidad de Culla y al que está dedicada la iglesia.

En el transcurso del conflicto bélico civil de 1936 la iglesia sufrió grandes desperfectos y la escultura quedó sin cabeza, pudiéndose recuperar más tarde (alrededor de 1976) las piezas, de manera que se pudo realizar una reconstrucción.

Junto a la Iglesia se encuentra la Casa Abadía, adosada a la Iglesia, y considerada” Bien de Relevancia Local” destacando los escudos con inscripciones en las ventanas. Sufrió una importante readaptación en el siglo XVIII, y posteriormente, en noviembre de 2013, se llevó a cabo una adaptación para que pudiera servir de sacristías y museo parroquial.  En él se exponen bienes muebles de la iglesia y la información histórica, artística y arquitectónica de la evolución del edificio.  Tras adentrarnos en lo que fue el antiguo hospital y la prisión, llegamos al mirador del Singlet, donde pudimos contemplar las maravillas que ofrece el paisaje.

Al llegar al autobús nos sentimos cansados y no sabemos si el dolor de piernas lo provocó lo empinado del recorrido o que la edad reclama sus derechos. Este dilema nos recordaba el poema de José Saramago:

“¿Qué cuántos años tengo? -¡Qué importa eso!, ¡Tengo la edad que quiero y siento!   Pues unos dicen que ya soy viejo, y otros "que estoy en el apogeo". Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.”

Volver a escuchar las canciones de Nino Bravo y de Mocedades, sirvió para recobrar la paz y disponerse a oler de nuevo a huerta, y oír las campanas del reloj del Calvari. La Directiva nos deseó un feliz verano y que ya están preparando la próxima visita cultural.

Félix Garrido Gil.