Sin apenas darnos
cuenta parece que fue ayer cuando
regresábamos de la visita cultural a san Mateo, deseándonos un feliz año 2025.
De nuevo estamos frente al Ayuntamiento, preguntando a Paco Mir el número de
asiento asignado, para disfrutar del extenso patrimonio cultural de Albaida y
Ayelo de Malferit. “Tempus fugit”. El tiempo pasa pero no nos ha robado la ilusión por seguir manteniendo la mente activa y el sentimiento vivo.
Nos citamos a las 8,45 del primero
de marzo y tras los abrazos de bienvenida y ocupar los 56 asientos del autobús,
Vicente Alarcón, en nombre de la directiva, nos agradeció la respuesta dada a
la convocatoria, al tiempo que nos informaba que Mateo, el guía, se nos uniría
a la hora del almuerzo. Recorrimos 92 kilómetros hasta llegar al Restaurante Brasería
Gasaqui de Ayelo, en una mañana triste, de aire, frío y lluvia, que invitaba a recobrar
las calorías perdidas degustando un buen bocadillo de tortilla de patata recién
hecha, sin menospreciar al de calamares con alioli, y a ser posible acompañados
con un Vino Terraz de la zona. Si el frío persiste, se puede rematar el “esmorzar”
con un buen “cremaet” hecho de la manera que aprendimos de nuestros mayores.
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En los escasos 29 kilómetros
que nos separaban de Albaida, en árabe /al-baydà/ la blanca/ Mateo nos advirtió
del increíble patrimonio cultural de la ciudad que evoca imágenes de ser una
ciudad resplandeciente con ese cielo azul que sirvió de inspiración al ilustre
José Segrelles. El guía de la villa nos comentó que Albaida es una ciudad con
una historia que se hunden en el Eneolítico y la Edad de Bronce, con antiguas
cuevas y cerros que se entrelazan con restos de asentamientos íberos y
musulmanes, testimonios de una ocupación humana ininterrumpida.
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La llegada de Jaume I en el
siglo XIII marcó un nuevo capítulo en su
historia. La ciudad se transformó acogiendo a colonos catalanes y aragoneses
que trajeron consigo sus propias tradiciones y costumbres, enriqueciendo el patrimonio cultural de Albaida. En este
periodo medieval diferentes casas nobiliarias gobernaron la ciudad hasta que
los Milà i Aragó obtuvieron el marquesado de Albaida en el siglo XVII, marcando
un hito importante en la evolución de la ciudad.
“Sin cantar bajo la lluvia” pero con el paraguas
abierto, visitamos Ia iglesia
Arciprestal de la Asunción, de la Mare
de Déu del Remei, patrona de la ciudad. Nos recibió su párroco don Luis Miguel y nos comentó que la iglesia fue construida entre 1592 y 1621 y se levanta sobre los cimientos de una
antigua iglesia románica del siglo XIII. Se trata de un templo austero propio de la reconquista,
de planta central de una única nave a la que se adosa en 1709 una capilla
lateral de estilo neoclásico. Aloja en su interior obras del escultor
neorrealista de Pere Foix del siglo XVII, y pinturas contemporáneas al óleo del maestro Segrelles.
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Nos comentó el párroco que la
imagen de la Mare de Déu con el Niño en brazos, es una escultura de madera
policromada realizada por Juan Bautista Balaguer en 1740. La Virgen está
representada de pie y descansa sobre un trono de nubes acompañado de ángeles y
serafines realizado por Enrique Galarza en 1942. En la mano derecha lleva una
rama de olivo de plata para recordarnos que vela constantemente por las
albaidinas y los albaidenses desde que liberó a la ciudad de una plaga de
filoxera. Tras el milagro de los “paperets” se convirtió en la Patrona de Albaida.
Del retablo original de Pere
Foix, se conservan algunas columnas corintias doradas, ya que fue destruido
durante la Guerra Civil. Este impresionante diseño se ve realzado por la
magnífica serie de óleos pintados por José Segrelles entre 1947 y 1950. Es de
destacar “la cama imperial de la Mare de Déu d’Agos” (1644) de estilo barroco,
tallada en madera por Pere Foix. Está decorada con ángeles y querubines y los
escudos del municipio.
La iglesia custodia la obra religiosa que José
Segrelles realizó después de la Guerra Civil y hasta el día de su muerte.
Especial admiración merecen los “lunetos” que cuentan la historia de diferentes
hechos religiosos sucedidos en Albaida, el lienzo del Espíritu Santo en la
capilla del Bautismo y los fantásticos oleos de la Pasión que decoran el altar
mayor.
Tras agradecer a don Luis
Miguel su magnífica exposición nos
dirigimos al Palacio de los Milà i Aragó, donde se encuentra el célebre Museo Internacional Titelles
(MITA). El museo, en sus tres plantas, alberga una asombrosa colección de
títeres y marionetas procedentes de todos los continentes, cada una de ellas
representativa del arte de la marioneta en su país de origen. Quien no recuerda
la rana Gustavo, Espinete, la Bruja Avería, la Bola de cristal o los Mundos de
Yupi y alguna que otra marioneta televisiva recuerdos de la niñez de hijos y
nietos.
Esta variada y enriquecedora
colección hace que el MITA sea un tesoro cultural que trasciende las fronteras,
permitiendo a los visitantes explorar y apreciar la riqueza y diversidad de
esta forma de expresión artística en todo el mundo. El palacio abrió sus
puertas en diciembre de 1997, siendo el único museo internacional de títeres en
España y un centro pionero dedicado al arte de la marioneta. Ofrece diversos
espectáculos teatrales a lo largo del año y sus representaciones suelen coincidir con
fechas señaladas como el Día Mundial de la Marioneta (21 de marzo) y la Muestra
Internacional de Títeres de la Vall d’Albaida en el mes de noviembre.
Nos comentó el guía local
que la ciudad de Albaida es el único
municipio de la Comunidad Valenciana que ha mantenido desde el siglo XIII, de
manera ininterrumpida y diaria, el toque manual de campanas. Les Campaners de
Albaida es un patrimonio vivo, protegido como Bien de Interés Cultural
Inmaterial por la Generalitat Valenciana. El toque Manual de Campanas ha sido
reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y la
Generalitat Valenciana reconoce a Albaida como Capital Valenciana del Toque
Manual de Campanas.
Finalizadas las visitas
mañaneras nos trasladamos para almorzar al Llar dels Jubilats de Aielo de
Malferit, único local de la zona con capacidad para recibir a los 56 atenienses
de Paterna. Degustamos un menú que
cumplió con los tres requisitos que califican a
una buena comida: abundante, bien
cocinada y mejor atendida.
Tras el postre y el café nos dirigimos al Museo de Nino Bravo, uno de los mejores cantantes españoles de la década de los 70. Recoge fotos, trajes y objetos personales cedidos por la familia, los fans y amigos del autor
de “Un beso y una flor”. Es el edificio
de unas antiguas escuelas, rehabilitado para mantener viva la memoria de Nino y
que cumple sobradamente con su deseo de ser: "su casa cuando me vaya
yo". Una pérdida que lloró el mundo
entero aquel fatídico 16 de abril de 1973 en accidente de tráfico en Motilla
del Palancar.
El museo fue inaugurado el
28 de octubre de 2006 por la alcaldesa de la población, con la presencia de la
familia del artista valenciano. En los estantes
pudimos ver el micrófono y los trajes
utilizados por el intérprete durante sus actuaciones. Su cartilla escolar,
fotografías de su infancia y juventud, imágenes de sus presentaciones en
televisiones nacionales e internacionales. Es célebre la frase que le dedicó
Frank Sinatra después de oírle en un concierto: “menos mal que Nino solo canta
en castellano, si no, me hubiera quitado el puesto”
Bajo un molesto “chirimiri “nos
acomodamos en el autobús esperanzados en poder ver aún los
últimos rayos de sol posados en nuestra Torre Mora. Durante el trayecto nos informaron de los interesantes eventos culturales programados y nos despedimos
deseándonos los mejores augurios, confiando que no falte nadie a la puerta del
Ayuntamiento, cuando nuestra eficiente Junta directiva nos informe de la
próxima Visita Cultural.
Félix Garrido Gil.