Des de 1980/81 treballant per la Cultura en general, la Valenciana i especialment la de Paterna.



miércoles, 1 de mayo de 2019

Excursión Granada, Guadix, Nerja, Lorca... 26-29 Abril


            
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             Ilusionaba la propuesta que el Ateneo nos ofrecía por ser una bonita forma para olvidarnos de las riadas primaverales y de atender los cansinos mítines electorales. Olga nos citó a las ocho de la mañana, junto a les “coves de la Torre”, pusimos rumbo a la “muy noble y leal ciudad de Guadix”, la “Wadi Ash” musulmana, la Guadix de la diócesis del siglo I, la de San Torcuato, su primer obispo.

            Hicimos un alto en Mesón Carlos, para cumplir con el ritual “sagrado” de “l’esmorzar”. Con el regusto de un buen café manchado, emprendimos la marcha ambientados con la música de Nat King Cole que nos trasportó a la época de “juventud y de ronda”. Una vista panorámica nos descubrió a la Guadix monumental. Alberto, el simpático y documentado guía, nos informaba que además de la Alcazaba y la Catedral, destacan como distintivo de la ciudad las 2000 cuevas-viviendas subterráneas que le dan el título de: “Capital Europea de las Cuevas”, parecidas a nuestras Coves de Paterna.

            Tras degustar un buen menú en el restaurante Venta Cañada, nos dirigimos a la catedral de “Santa María de la Encarnación” de Guadix, de estilo gótico tardío, renacentista y barroco. En sus orígenes fue una iglesia hispano-visigoda y que sobre ella se instaló la mezquita mayor de la ciudad. Los cristianos en el siglo XVI iniciaron su reconstrucción y la acabaron a mediados del XVIII. Uno de los atractivos turísticos de la visita a Guadix es ver la réplica de la estatua de la Piedad de Miguel Ángel. Se trata de una talla escultórica realizada en mármol de Carrara. Fue brutalmente destruida durante la Guerra Civil y reconstruida magistralmente hace algunos años por la escultora doña María Ángeles Lázaro Guil. Emprendimos la marcha hacia Motril, centro logístico elegido, donde nos esperaba la comodidad y el lujo del hotel “Elba”, un cuatro estrellas con cáterin y servicios acordes con las exigencias que siempre reclama la directiva del Ateneo.

            Tras un completo desayuno partimos hacia Granada, la que definió el granadino Federico García Lorca diciendo que: “Granada es música y poesía, puro arte monumental, cultura milenaria. Sus pueblos blancos desparramados por valles y laderas que mueren en los acantilados y playas de la Costa Tropical”. Alberto, como guía experto, pensó que la mejor forma de mostrarnos la magia y la belleza del Albaycín y el barrio gitano del Sacromonte, era callejearlos desde el Mirador de san Nicolás. Ir “pateando” las cuestas empinadas de los Cármenes granadinos, de la Alhóndiga nazarí, del Corral del Carbón... Terminamos el recorrido en el cauce del río Darro, el “Dat Aurum, “el que da oro”. Allí nos esperaba María del Mar, la guía granadina que nos explicaría la monumental Granada modernista. Recorrimos la Carrera del Darro, una de las calles más transitadas e históricas de la ciudad, que nos llevó al restaurante la Cueva, donde además de degustar un buen menú, recuperamos las fuerzas perdidas por las callejuelas alpujarreñas.

            Conocimos la “Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la Encarnación” de Granada. Aunque las obras comenzaron, bajo la dirección de Enrique Egas, en 1523, sin embargo, fue Diego de Siloé quien la terminó en 1563. Fue diseñada para servir de panteón y albergar los nichos mortuorios de los Austrias, función que se desecha cuando Felipe II construye el Monasterio del Escorial. En la capilla Real, joya del gótico isabelino, destacan las esculturas orantes de los Reyes Católicos y los panteones con sus restos mortales.

            Despedimos Granada probando sus dulces “Piononos” y justificando el porqué de las lágrimas de Boabdil el Chico al entregar tantos tesoros. Entendimos los versos del mejicano Francisco de Asís de Icaza dirigidos al ciego de la Puerta de la Justicia: “Dale limosna mujer / que no hay en la vida nada / como la pena de ser / ciego en Granada”.

            El domingo lo reservamos para visitar Almuñécar, un importante centro turístico ubicado entre el mar y la montaña del Valle Tropical. En su origen fue un pequeño enclave fenicio llamado “Sexi” de ahí el gentilicio “sexitano” de sus habitantes. A finales del siglo III a. C., llegaron los romanos, encontrando una ciudad bien estructurada, con una pujante economía basada en la salazón de pescado, fabricación de “garum” y moneda propia. El garum o garo, nos explicó la guía, era una salsa de pescado preparada con vísceras fermentadas de pescado, considerada como un alimento afrodisíaco, solamente consumido por las clases altas de la sociedad romana.

            Abderramán I llega a Almuñécar en el año 755 haciendo de la ciudad un punto fuerte de defensa, siendo el castillo de san Miguel punto dominante. Es digno de ver los tramos que quedan del acueducto romano de Sexi. Se trata del monumento romano mejor conservado de Andalucía, por lo que es considerado Bien de Interés Cultural desde 1931.

            De camino hacia Nerja, paramos a comer en el restaurante de una estación de servicio y tan solo un sabroso salmorejo pudo salvarse del menú ofrecido. Nerja, en sus orígenes, tiene una larga historia, reconocida tras los hallazgos de las pinturas rupestres encontradas en sus cuevas. Fueron descubiertas en 1959, y constituyen las imágenes de arte prehistórico más antiguas de la historia de la humanidad con 42.000 años de antigüedad. Paterna y Nerja han quedado unidas por nuestro querido paisano “Chanquete” gracias a la famosa serie televisiva “Verano Azul”. Queda constancia con la exposición de la barca “La Dorada” en el centro urbano. Fotografiarnos junto a ella era la mejor forma que el Ateneo podía rendir al paternero universal, D. Antonio Ferrandis.

            De camino a Motril visitamos el malagueño pueblo de Frigiliana, que por las monedas fenicias y romanas encontradas en 1965 en el Cerrillo del Tejar, confirman su presencia. La cena no solo repuso las fuerzas perdidas sino que sobraron para disfrutar de la tertulia, el café y el baile.

            De regreso a casa, acompañados por la música de nuestro paisano Nino Bravo, hicimos un alto logístico en la murciana ciudad de Lorca. Su casco antiguo y el recinto del castillo fueron declarados conjunto histórico-artístico el 5 de marzo del 1964. Visitamos la colegiata de San Patricio, un edificio de estilo renacentista declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional por decreto del 27 de enero de 1941. Esta Colegiata es la única en España que se encuentra bajo la advocación de San Patricio al ganar sus habitantes en esa festividad la batalla a los musulmanes. Su construcción estará marcada por los 250 años que duraron sus continuas interrupciones. La fachada principal por su belleza y monumentalidad, constituye uno de los elementos más destacados. Fue erigida entre 1694 y 1704 por José de Vallés y su impresionante trascoro lo decoró el célebre imaginero Nicolás Salzillo. La desaparición durante la Guerra Civil de gran parte de los archivos de la Colegiata, produjo una irreparable pérdida de gran valor histórico. La ciudad es conocida también por su Semana Santa, tanto por la belleza de las imágenes como por los “Desfiles Bíblicos Pasionales” representando escenas del Antiguo Testamento. En ellas participan cabalgaduras y carrozas de enormes dimensiones. Los bordados en seda de túnicas y estandartes forman parte del legado artesanal, marcados por la rivalidad entre dos de sus cofradías o pasos, el Azul y el Blanco. Ha sido declarada como fiesta de Interés Turístico Internacional en 2007.

            Comimos en el restaurante Antonio Navarro, en la Hoya, pedanía de Lorca, y nos sorprendió la excelencia de su cocina casera. A los entrantes de berenjenas crujientes y los tres platos clásicos de un buen cocido, siguieron fuentes de frutas variadas, rematadas con un exquisito pastel casero. Se reclamó la presencia de la cocinera para felicitarla con un largo aplauso.

            En el trayecto hacia la “Patria chiqueta” tomó la palabra nuestro Presidente Ángel Barona, quien nos recordó las próximas actividades programadas por el Ateneo, al tiempo que Aurelio, visando ya la Torre y el Palau, añoró la voz de Mayte para entonar el himno a Paterna. Hasta la próxima si Dios quiere.

Félix Garrido Gil