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Cuando
la salud y los achaques nos respetan, los “atenienses” sabemos que hay que reservar
los primeros días de abril para rematar las fiestas “pascueras” con la ya
tradicional “Excursión de Primavera”. La dirección del Ateneo conoce el sentir
de los socios y buscan convertir el viaje en días de gozo, de adquirir cultura,
de degustar platos innovadores, de encuentros entre amigos que lamentan los asientos
vacios por inoportunas incidencias.
Salimos
a la hora prevista desde la explanada del Cohetódromo, ante la presencia de la Torre
y el anuncio de la hora en el reloj del Calvari. Fuimos 48 los que acudimos a
la cita y los que ilusionados emprendimos la marcha hacia Murcia. Olga, la guía de la nueva agencia, tras agradecernos
la confianza puesta en su empresa, nos presentó a Eduardo, que resultó ser un
prudente y experto conductor. Tomó la palabra Aurelio para informarnos de las
“últimas novedades” del Ateneo, no sin antes trasmitir el saludo de nuestro presidente, Ángel Barona, que por motivos personales no
pudo acompañarnos.
Invitó a darse de
alta como socios a quienes sienten simpatía por las actividades del Ateneo, así
como ojear durante la excursión los últimos libros editados: “Socarrats de Paterna”
de Ramón Gimeno, presente entre los viajeros. La recopilación hecha por el
Ateneo de los “Premis XV Certamen
Lliterari” y los cuentos y poemas del
autor cubano que llegaron fuera de plazo en el último concurso literario.
Música de Mocedades,
Julio Iglesias, Luis Aguilé (las novedades de nuestros años mozos) acompasada
por las palmas de la concurrencia, acortaron tiempos y kilómetros hasta llegar
a Fuente la Higuera, como parada logística. El cuatro estrellas “Costa Narejos”
sito en Los Alcázares (Murcia) nos dio la bienvenida y tras acomodar ropa y maletas
nos esperaba un magnífico y variado autoservicio, responsable de algún que otro
insomnio nocturno. Una copa, amenizada por el baile zalamero de un cantante
moreno, nos relajó de las inquietudes acumuladas y pusieron fin al día.
El sábado, día 7,
nos esperaba Caravaca de la Cruz, ciudad que desde la Edad Media se conoce con
este nombre específico: “La Vera Cruz de Caravaca”. El origen lo basan en ser
la ciudad depositaria de un fragmento de la cruz en la que Jesucristo fue
crucificado. El “lignum crucis”
encontrado en el siglo IV por el emperador romano Constantino. La orden militar
de los Templarios fue la primera que custodió y defendió el castillo y la Cruz.
En el año 1998, San Juan Pablo II, le concedió el privilegio de poder celebrar el “Año Jubilar” a perpetuidad cada siete años.
Contemplamos en el
museo, la impresionante custodia de plata donde se procesiona la cruz, los días
1 y 5 de mayo, fiestas patronales declaradas de Interés Turístico Internacional
en 2004. Nos sorprendió un bonito “Ninot” del famoso festejo “los Caballos del
Vino” que en la actualidad aspira a ser declarado Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Es conocida también la ciudad por su bello
Casco Antiguo de origen medieval, y por las fiestas de Moros y Cristianos.
Nos trasladamos al
santuario de Nuestra Señora de la Esperanza situado en una gruta excavada en la
roca, a 6 km de Calasparra, donde se veneran, desde el año 1786, las imágenes
de la Virgen de la Esperanza: “la Pequeñica y la Grande”.
Comimos en el
restaurante que lleva el nombre de la Virgen. Tras los aperitivos de embutidos
y quesos de la zona, nos sirvieron una
“paella mixta”, el plato ”reina” de la
casa, compuesto de verduras, carnes y
mariscos variados, cocinados con el
arroz de denominación de origen. Hubo opiniones para todos pero los valencianos
de “pura cepa” no repitieron.
Compartimos mesa y
baile con los miembros de la “The Royal British Legión”, una organización
benéfica, formada por veteranos del Ejército Inglés que sirvieron en España.
Nuestro agradecimiento: “Of Ateneo Cultural de Paterna the military salute”. Tras la cena, cerramos el día con la copa y
baile reglamentarios.
El domingo amaneció
dispuesto a ofrecernos lo mejor del sol, la luz y las flores de la capital murciana. “Puri” la guía local, nos
esperaba a la entrada de la ciudad del Segura, que se despertaba retirando los restos
de aderezos destinados a la celebración del “Entierro de la Sardina” último
acto de las "Fiestas de Primavera".
Tras la visita
panorámica a la ciudad, visitamos las joyas de su patrimonio
histórico-artístico. La Catedral, de
fachada barroca e interior principalmente gótico. El afamado Casino, de
suntuosos interiores en los que admiramos el denso patrimonio escultórico de
Francisco Salzillo. En la tierra donde la huerta, la seda y el regadío son sus
emblemas, no se debe olvidar “El Consejo de
Hombres Buenos de la Huerta de Murcia”, tribunal de regantes del Mediterráneo,
declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Del conocimiento
cultural pasamos al gastronómico y nos aconsejaron tomar, en la típica plaza de
Isidoro de Cierva, unas “cañicas”, acompañadas de alguna tapa típica :" Zarangollo”.
“Tomate Partío",
una “Pipirrana” y
tras el café probar unos “paparajotes”, un postre hecho con hojas de limonero recubiertas con una
masa pastelera.
La tarde la
dedicamos a visitar las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. A pesar de que el fuerte viento nos impidió
contemplar sus tranquilas playas, prometimos volver para disfrutar de los
famosos “baños de lodo”. Con cena, cortado y
baile se cerró el “Día del Señor” y aunque los preparativos de maletas nos anunciaban
que el viaje llegaba a su fin, nos esperanzaba la celebración de la fiesta del
patrón de la Comunidad, san Vicente Ferrer, y poder felicitar a los “Vicentes y
Ticas”.
El lunes lo
dedicamos a visitar el Cabo de Palos, que según nos contaba Olga, data del siglo
XVI, en el reinado de Felipe II, cuando se construyó una torre vigía para
defensa de la costa contra los ataques de los berberiscos. Fue testigo, un 4 de
agosto de 1906, del naufragio de un transatlántico italiano que llevaba
inmigrantes a América del Sur, conocido como el “Naufragio del Sirio”. Más doloroso
y cercano fue la vivencia de la noche del 5 al 6 de marzo de 1938, donde se
libró la mayor batalla naval de la Guerra Civil Española, conocida como “la
batalla del Cabo de Palos”.
Milagros Ferrer y Jesús, recordaban a los
amigos su viaje de novios, en el entonces Cabo de Palos virgen, rodeado de
naturaleza y de calas intactas y decididas entonces a combatir el asalto del turismo
y el ladrillo.
Regresamos al hotel
para almorzar y despedir a un atento servicio y un bufé de muchos tenedores. Un
café y unas “cabezaditas” en las cómodas butacas del salón del hotel nos
prepararon para emprender el viaje de vuelta. Accedimos a la solicitud de
fotografiar al grupo para exponer en la publicidad de la agencia, al Ateneo
Cultural Paterna, como modelo de comportamiento y puntualidad.
Aurelio agradeció
la atención de Ángel Alcañiz al donar cuatro lotes de “libros antológicos” que
fueron rifados entre la concurrencia.
La película “Lion” un drama aspirante al Oscar,
basado
en hechos reales de la India, que sigue el itinerario de un muchacho adoptado
para reencontrar a su familia y sus raíces, nos aligeró cansancios y preocupaciones. Los cristales del autobús durante muchos
kilómetros se colorearon de verde “Huerta Murciana” donde el limonero somete al
naranjo y el Segura rivaliza con el Turia.
Notamos la falta de
Mayte porque divisando en la lozanía el Palau y la Torre, fue Aurelio quien
glosó las estrofas del himno: ¡Vixca per sempre vixca el poble del meu cor”. Gracias Ateneo, y hasta la próxima, ¡que
seamos felices!
Félix
Garrido Gil.